En un clima de traición general de la Corona, de las Cortes Españolas, de los burócratas del Movimiento Nacional, de los Ejércitos, de la Guardia Civil, de la Policía, de la Magistratura; en un clima de cobardía general del Pueblo Español, que se movía bajo la premisa «cualquier cosa con tal que no se derrame sangre otra vez», una minoría valerosa, leal y honorable dio la Batalla.
La Transición se inició con el Caudillo agonizante, cuando el entonces Príncipe de España Juan Carlos de Borbón asumió interinamente la Jefatura del Estado y pactó, traicioneramente, la entrega del Sáhara Occidental -Provincia española- a Marruecos. Y continuó con la Ley de Reforma Política, que desmontaba el Nuevo Estado nacido de la Cruzada. El llamado despectivamente ‘Bunker’ no defendía al Régimen Político, en que había devenido el Nuevo Estado, sino la ortodoxia de éste. El ‘Bunker’ no era inmovilismo, sino acción quirúrgica para extirpar a los traidores y lameculos incrustados en el Estado y el Movimiento. Fuimos derrotados. Y, hoy, presenciamos la dramática realidad de una España arrojada al fango.

Sin Dios, sin Patria y sin Moral -esto es, con la Constitución de 1978, que reprobaban Fuerza Nueva, Falange Española de las JONS y el Tradicionalismo-, el abismo se abría a nuestros pies. En ese abismo nos estamos precipitando. La Constitución del 78 se elaboró en una logia masónica -tal cual-. La Masonería, enemiga acérrima de España, inspiró la Camisa de Fuerza, con la que España lleva presa casi medio siglo.
Por eso, el R78 debe ser derrocado, sin plantearnos timoratamente «qué vendrá después». Eso sólo se lo plantean los patriotas de hojalata y los burgueses y aburguesados, no los patriotas de verdad. Nosotros nos guiamos por un principio: antes la verdad que la paz.
Pedro Pablo Peña.