En términos puros y duros, pobreza energética es tener que elegir entre una alimentación mínimamente adecuada o calentar el hogar.

La pobreza energética no deja de crecer en España. Siete millones de hogares la sufren en nuestra patria. El perfil más acusado es en familias a cargo de la mujer, con hijos menores de 16 años. La OMS aconseja una temperatura en el hogar de entre 18° y 22° grados -en invierno- y de 25° -en verano-.

Las consecuencias de la pobreza energética en las personas que la sufren son de tres tipos: sanitarias, psicológicas y sociales. Las personas que padecen pobreza energética tienen propensión a las afecciones respiratorias y ven mermada su salud en términos generales. En el orden psicológico, se ven a sí mismas de poco valor y se retraen socialmente. Esto es debido a que tienen que distanciar las duchas, que dejan de ser diarias debido a que sólo cuentan con agua fría. No pueden lavar la ropa con la asiduidad necesaria. Esa falta de higiene provoca que se retraigan socialmente por vergüenza y por temor al rechazo: aumenta el absentismo escolar, y se dan casos de adultos que no han acudido a una entrevista de trabajo por temor a ser rechazados por su falta de higiene.

Que una Nación sufra esta lacra, y que su Clase Política saque pecho «por lo bien que lo hace» -en sus propias palabras-, produce arcadas.

Pedro Pablo Peña.