Carmen Calvo, quintaesencia del Sectarismo, quiere repatriar los restos mortales de Manuel Azaña, enterrados en Francia.
Manuel Azaña fue, durante la Guerra Civil Española, Presidente de la II República. Como tal, Comandante en Jefe del Ejército Republicano. En enero-febrero de 1939, ante el avance arrollador del Ejército Nacional, Francia abre su frontera para escapen a miles civiles y militares del Bando Republicano. Azaña, su familia y sus colaboradores son unos de los fugitivos. El Presidente de la República, sin el menor sonrojo, «se da el piro». El 4 de febrero, Juan Negrín le pide que se refugie en la Embajada de España en Francia para preparar su regreso a la patria. Azaña ignora ese requerimiento. El 18 de febrero, Negrín le envía una carta, en la que le recuerda que, como Presidente de la República, tiene la obligación de volver a España. Azaña hace caso omiso. El 27 de febrero, Gran Bretaña y Francia reconocen al Gobierno de Franco. Al día siguiente, Azaña envía su dimisión por carta, como Presidente de la República, al Presidente del Congreso. Es la rata que abandona el barco cuando éste se hunde. El 31 de marzo, en la reunión de la Diputación Permanente del Congreso de los Diputados, celebrada en Francia, Negrín acusa de traición a Azaña.
El Gobierno de Pedro Sánchez se ufana de haber sacado los restos mortales del Generalísimo de la Basílica del Valle de los Caídos. Y, ahora, pretende repatriar los restos mortales de Manuel Azaña. Un canje significativo: se ultraja a un Soldado de España y se encumbra a un cobarde. Es el fiel retrato de un País degenerado, que hace mucho tiempo que dejó de ser España y renegó de Ella.