La Lucha no es sólo una palabra.

Hacia 1989 -derrotada toda operación ‘involucionista’, terminada la Transición política y asentado el R78-, fui una mañana a la Audiencia Nacional a instruirme de un procedimiento. Al subir a uno de los Juzgados Centrales de Instrucción, vi un grupo, cuyas caras me eran conocidas: eran miembros de la Brigada Central de Información de la Policía. Al verme, dos de ellos se dirigieron hacia mí, pensando que estaba enredado en algún asunto. Cuando me identifiqué como abogado, aparentemente se alegraron. Era como si antiguos enemigos se encontrasen después de años de terminar la Guerra. Me dijeron que varios de ellos habían sido destinados a la Audiencia Nacional en premio a los duros años de la Transición. Sobre ellos, había recaído la lucha contra ETA, Grapo y la Ultraderecha -en aquellos años, el término Ultraderecha englobaba Franquismo, Fascismo, Falangismo…-. Desde la trinchera del R78, la recompensa estaba justificada. La Brigada Central de Información y las Brigadas Regionales, junto con la Guardia Civil, habían allanado el camino de la Transición frente al peligro que suponía el Terrorismo de ETA y Grapo, como justificación de un Golpe de Estado militar, y frente a la acción escuadrista de la Ultraderecha.

Para ellos, la ‘animadversión’ con la Ultraderecha era cosa pasada. Hablando de aquellos años pasados, me dijeron que no podíamos quejarnos del trato recibido en la DGS. Como mi gesto fue de perplejidad, el más hablador señaló que jamás nos habían tratado, ni interrogado, como a etarras y a grapos. «Faltaría más», repuse, «nosotros no matábamos policías, guardias civiles, militares y jueces». Derivé la conversación a los detenidos de ETA y GRAPO y afirmó que los grapos eran los militantes -tanto varones como mujeres- más duros que había tratado. Eran de hierro. Hombres como Enrique Cerdán Calixto, Juan Carlos Delgado de Codes, Fernando Hierro Chomón, Francisco Brotons Beneyto, Abelardo Collazo Araujo o Juan Martín Luna merecían respeto. De este último contó que, incluso en la DGS, su mirada era de un odio frío. «Y te puedo asegurar que no fuimos precisamente blandos con él», comentó. «Cuando tras el plazo de detención, fue llevado a presencia judicial y el Juez Central de Instrucción de la Audiencia Nacional empieza el interrogatorio, Martín Luna lo mira, esposado como estaba y rodeado por cuatro de nosotros -relata el Policía-, y le dice fríamente ‘Cuando me fugue de prisión, voy a matarte a ti y a tu mujer, fascista de mierda’. Al Juez no le cabía, literalmente, un cañamón por el culo. Se puso muy nervioso y nos ordenó sacarlo de su despacho y devolverlo a la DGS».

El Grapo, como ETA o el FRAP, nacen en años duros, bajo un Estado determinado a preservar el Orden Político. Para los militantes de esas organizaciones, la Lucha no era una palabra hueca. Era la renuncia a la vida ‘civil’, a la paz, a la tranquilidad, a la vida familiar y profesional.

La pregunta que cada patriota debe hacerse es ésta: ¿Estamos dispuestos a todo por España o no estamos dispuestos? Si la respuesta es afirmativa, la Lucha no será una palabra hueca de uso en Redes Sociales, discursos y conferencias. Si la respuesta es negativa, apaguemos y a casa.

Pedro Pablo Peña.