En el aniversario de la muerte de un hombre honrado -Manuel Hedilla. Madrid, 4 de febrero de 1970-, el devenir de España me confirma en un análisis, en el que, con seguridad, coincidimos muchos.

Manuel Hedilla era Inspector Nacional de la Falange cuando la represión republicana encarcela a Jose Antonio y a decenas de mandos y militantes de la Organización. Su energía y su trabajo incansable conducen a un papel relevante de las Milicias de Falange en el Alzamiento en Galicia.

Con una Falange descabezada y un aluvión de miles de afiliados nuevos tras el Alzamiento Nacional, Hedilla se convierte, a partir de Septiembre de 1936, en el Jefe de la Junta de Mando Provisional de Falange Española. En el Jefe Nacional de facto, aunque no de iure. Y eso porque diversos círculos falangistas se oponen. Quieren que la Falange se mantenga con un Mando Provisional, a la espera de la liberación de Jose Antonio. Tampoco ayuda la riada de nuevas afiliaciones. Estos falangistas de «nuevo cuño» no tenían, en su mayoría, ni la formación política ni el carácter de los falangistas llegados a las Filas de la Falange antes del Alzamiento Nacional.

Así las cosas, Franco firma el Decreto de Unificación, de 19 de abril de 1937. La oposición de Hedilla y de muchos de los falangistas de viejo cuño a la Unificación, y los sangrientos sucesos de Salamanca, propician la detención de Hedilla. Tanto el Embajador alemán, como los Jefes del Partido Nazi y del Partido Fascista ante la España Nacional, ofrecen a Hedilla un salvoconducto para refugiarse en Alemania o Italia. Hedilla rechaza el ofrecimiento y se enfrenta a un Consejo de Guerra, en el que es condenado a muerte. Franco conmuta la pena de muerte por Reclusión. Hedilla pasa en prisión varios años.

Injusta fue la Unificación; injustos fueron la detención, el enjuiciamiento y la sentencia dictada contra Hedilla. Sin quitar un ápice de responsabilidad a Franco en esos hechos, ha de señalarse que los mismos no se hubieran producido de haber sido leales los círculos y mandos falangistas que traicionaron a Hedilla y a la Falange. En una situación similar en cierta medida, la Guardia de Hierro rumana cerró filas en torno a sus Mandos -Codreanu ya había sido asesinado- y se enfrentó sangrientamente con el Mariscal Antonescu y con el Ejército.

Lo que vino tras la Unificación no fue el Nacionalsindicalismo, ni una Falange Española viva, sino un Movimiento Nacional burocratizado y lacayo. Es cierto que, en su seno, la Falange vivió y lo nutrió ideológicamente y en estilo. Pero, esa Falange Moral quedó maniatada tras la Victoria Aliada. Y, poco a poco, fue asfixiada. De haber tenido vida una Falange Española, independiente y soberana, la evolución del Nuevo Estado no habría sido la misma.

Pedro Pablo Peña.