En unas declaraciones, manifiesta Alfonso Guerra que el Gobierno de Pedro Sánchez carece de rumbo o éste es errático. Critica así el pacto de Gobierno con Podemos y sus apoyos en Bildu, así como el tratamiento dado en algunas Comunidades Autónomas a la Lengua Española, como si se tratara de una lengua extranjera.
Las críticas de Guerra no van dirigidas sólo al Gobierno y a la Clase política, sino a la Sociedad Española por su falta de reacción. Le parece sintomático que, ni la Real Academia de la Lengua, ni el Instituto Cervantes, ni los intelectuales, escritores o maestros, que, en definitiva, tienen el idioma como herramienta de trabajo, hayan reaccionado. Esa falta de reacción es el síntoma de una Sociedad decadente.
Las declaraciones de Alfonso Guerra son acertadas. Pero, a nuestro juicio, se quedan cortas. Lo ocurrido el martes, día 23, en Melilla así lo atestigua. Ese día, en cumplimiento de una resolución del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Melilla, se procedía a retirar la estatua del Comandante Franco, levantada en reconocimiento a su actuación en la salvación de la Ciudad de los Rifeños de Abd-el-Krim.

Corría el año 1921 -en Julio de cumplirá un siglo-, cuando los Rifeños rebeldes inflingían una severa derrota a las Tropas españolas en Annual. Cerca de 13.000 soldados de España, entre Españoles y Rifeños leales, eran muertos, miles de ellos asesinados tras la rendición.

El Monte Arruit quedaba en poder de los Rebeldes, que amenazaban Melilla. Para defender la Ciudad, el Mando ordenó al Tercio de Extranjeros marchar hacia ella. Dos Banderas, la I -reforzada por una Compañía de la II y mandada por el Comandante Franco- y la III, realizaron una marcha de 100 kilómetros en tres jornadas -33 horas de marcha-. Extenuados, los Legionarios llegaron a Melilla. Al frente, el Teniente coronel Millán Astray y el Comandante Franco. La Ciudad se salvó.

A falta de cinco meses para cumplirse cien años de aquella gesta, la Ciudad de Melilla retira la estatua del Comandante Franco. Los Pueblos que afrentan a los Héroes de la Nación merecen un destino cruel.
Pedro Pablo Peña.