«A las siete y media de la tarde del martes 14 de abril de 1931, dos automóviles que habían partido de la calle Príncipe de Vergara, de Madrid, que comienza a la altura del Retiro, se abrían penosamente camino por entre torbellinos de gentes enardecidas y exultantes de júbilo, que conforme avanzaban hacia la Puerta del Sol se habían masa impenetrable. Por las diez calles que desembocan en aquélla afluían torrentes humanos impetuosos y vociferantes. En el primero de los coches que hendía la muralla clamorosa iban Miguel Maura, político conservador, y Francisco Largo Caballero, líder socialista. Ocupaban otro coche los jefes políticos Niceto Alcalá Zamora, Fernando de los Ríos, Alejandro Lerroux y Álvaro de Albornoz. A distancia, en un tercer automóvil, viajaban Santiago Casares Quiroga, político izquierdista gallego, y el ateneista Manuel Azaña, que acababa de dejar el domicilio de su cuñado Cipriano Rivas Cherif, donde había vivido oculto cuatro meses. Componían los nombrados, con otros políticos, en aquel momento ausentes de Madrid, el Gobierno provisional de la República que iba a nacer. Se dirigían al Ministerio de la Gobernación, puesto clave de la política interior del país y del orden público: el más indicado para simbolizar con su ocupación el dominio y la posesión del Poder» (Historia de la Segunda República Española. Joaquín Arrarás).
Por su parte, Alcalá Zamora -en su artículo ‘Los primeros pasos del régimen republicano’, publicado, el 17 de mayo de 1931, el El Sol- refiere: «La marcha de los coches fue lentísima, porque el entusiasmo delirante de las masas llegó a lo indescriptible. En recorrer trescientos metros habíamos tardado cerca de media hora y fue milagroso abrirnos paso sin producir desgracias. Por fin, apretándose la multitud hasta lo inconcebible para dejarnos pasar, queriendo llevarnos con sus brazos, llamamos con insistencia y con repetición incesante, golpeando con redoblada energía en las puertas cerradas y custodiadas del Ministerio de la Gobernación. Unos instantes de tardanza, que se midieron por todos con la duración aparente y la intensidad real de un hecho decisivo. Por fin, si hubo vacilación y ésta hubo cedido, la puerta se abrió, los oficiales y la fuerza de la Guardia Civil se cuadraron, saludando a la representación del nuevo Poder que entraba: éramos ya Gobierno, habíamos vencido».
La República fue recibida con entusiasmo por una gran parte del Pueblo Español, porque ponía fin a un Régimen caduco y abría un horizonte de futuro para España. Entre quienes saludaron la instauración de la República, estaba Ramiro Ledesma Ramos, que escribió un artículo titulado ‘La proclamación de la República. Una fase de la Revolución española’ -publicado, el 18 de abril de 1931, en La Conquista del Estado-. Ledesma Ramos era consciente del tinte liberal y socialdemócrata de la República en su inicio. Tintes que debían ser superados rápidamente, como se queman etapas, para ir hacia un Estado Hispánico: «Nosotros estaremos enfrente de esa tendencia republicana liberalizante y socialdemócrata. Propugnamos el Estado colectivista, sindical, a base de la suplantación de los derechos del individuo por los derechos del Estado Hispánico».
Pedro Pablo Peña.