No recuerdo el nombre, pero hubo un etarra que, tras salir de prisión en uno de los dos Indultos Generales o en la Amnistía que los Gobiernos traidores concedieron al inicio de la Transición, ingresó como lego en un convento de Religiosos que practican la regla de «ora et labora». Quería redimir ante el Altísimo -que es ante quien hay que redimir los pecados- sus acciones. Estaba ya libre de responsabilidades penales ante el Estado en virtud del indulto o la amnistía concedida, pero no lo estaba ante el Verdadero y Único Juez. No fue a ninguna televisión o radio para exculparse, como si la silla del plató fuera el sofá del psiquiatra. No fue ante las FSE o ante los Jueces o Fiscales para delatar a antiguos camaradas. Fue a un convento, a un lugar de recogimiento, oración y trabajo callado para buscar la paz del alma. Eso es arrepentimiento. Lo que vimos anoche en La Sexta es postureo.

Pedro Pablo Peña.